La pregunta que aniquiló a un candidato y anticipó la derrota del MPN

 

Por Dady Rubyo

Puede ser un primer plano de 1 persona

 

El Movimiento Popular Neuquino competía nuevamente por la Intendencia de Zapala, con la absoluta seguridad que no se trataba de un trámite democrático sino de una potestad hereditaria. En la ciudad que había visto nacer al partido provincial más longevo de la Argentina, la Intendencia no era de Zapala sino del MPN.

Oscar Arévalo, era una mosca en la sopa de la historia del partido. Un hombre que no venía de estirpe familiar emepenista, sino que su accionar era la docencia y algunos emprendimientos comerciales que lo ubicaban más cerca de un militante excepcional con capacidad política de oratoria, que un “hijo adoptivo” de la familia Sapag.

A Oscar lo había tenido de profesor en la secundaria, y tenía una “confianza periodística” que además se nutría de la consideración que tenía por mi padre y la radio que comenzaba a ser “otra mosca en la sopa” pero esta vez del status quo político de la ciudad.

Hay que decir que en aquél 1999, en donde el menemato se hundía y nacía la Alianza radical-frepasista, Arévalo le había ganado una interna a Daniel Sapag que era hijo de Don Amado Sapag, ex-Intendente y fundador del MPN, y hermano de Felipe y Elías. Precisamente, Arévalo tenía el respaldo de los hijos del ex-Senador, Elías Sapag, lo que rápidamente ubico su candidatura como el “chivo expiatorio” de una guerra subterránea de la familia.

Sus “padrinos políticos” eran, nada más ni nada menos, que Carlos Natalio Sapag (“Nuno”) y Elías “Gringo” Sapag. Los hombres de la descendencia de Elías que eran determinantes, por aquellos años, de la política neuquina.

Oscar me hacía acordar mucho al Menem de los comienzos de su campaña a la presidencia. Un tipo venido del interior del país, para nada agraciado físicamente (aunque luego muchos lo vieran rubio y de ojos celeste), poseedor de una oratoria para el encantamiento de serpientes, y con aires de caudillo. Precisamente, esos “aires de caudillo” fueron el talón de Aquiles del Arévalo candidato a Intendente.

La campaña estaba en su etapa final, y los candidatos desfilaban por la radio como el ámbito “independiente” que sería creíble en sus promesas coyunturales hacia los vecinos. El programa de TV que tenía en el cable, ya había generado el “debate de los candidatos” que nunca más se repetiría en la historia política de la ciudad.

Oscar llegó temprano para el reportaje, y con su bonhomía acostumbrada, comenzamos a distendernos a base de anécdotas de la secundaria. Era el caballo del comisario, y sus gastos proselitistas estaban asegurados con el aporte de Carlos Natalio y sus empresas. Estaba, más que, seguro que comenzaba una etapa “nueva” en la vida política del partido con apellidos, y parentescos, lejanos a los Sapag. Claro, esto era su íntimo deseo, pero no su predica partidaria.

Aquí debo hacer una confidencia. Su “deseo íntimo” era muy perceptible para mi instinto periodístico, algo que hizo que mi pregunta fuera “una bala de plata” que sabía que tarde o temprano iba a usar. Sólo esperaría el momento, el gesto, el silencio, y la oportunidad para dispararla.

Lo miré fijo, y por un segundo pensé que no iba a contestar, cargué la pregunta como un disparo de francotirador y sin contemplación por su bonhomía ni aquella relación profesor-alumno disparé sin remordimiento:

Oscar Arévalo,  como candidato a intendente  2019 para la localidad de  Mariano Moreno , partido Democracia Cristiana liderada por Jorge Sobisch

¿Oscar Arévalo necesita de la familia para ser un candidato creíble en la ciudad, o tenés la personalidad suficiente para no depender del apellido Sapag…Podes responderme con sinceridad…?

“Dady yo no necesito de nadie para ser candidato. El Intendente va a ser Oscar Arévalo…”.

La historia dirá que por primera vez en la ciudad que le dio nacimiento, el MPN perdió por sólo 550 votos. Que el triunfo de Raúl Podestá (Alianza) fue el comienzo de la “alternancia” política democrática y no hereditaria. Que hubo un “enojo” indisimulable de Carlos Natalio y “Gringo” Sapag por lo manifestado por Arévalo. Que Oscar selló su destino en la política neuquina, y lo desterró a una ciudad a 20 kilómetros de Zapala. Que la radio fue el hábitat en donde lo que subyace se hizo superficie.

Algunos años después, con una botella de whisky White Horse de por medio, y lejos de las “cartas documentos” que llegaron posteriormente por el conflicto Millaqueo- Cheuquel, Carlos Natalio “Nuno” Sapag, en la intimidad de su living, me confesará su metodología política de lealtad al partido:

“Siempre hay que poner un huevo en cada canasta…”.

Lamentablemente, o para su bien, Oscar Arévalo no escuchó aquella confesión tardía.

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✍ DR.

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